El coche marcaba uno 5º C, aunque yo creo que había algo menos de temperatura. Nos dirigimos al lugar, y ya de camino un zorro nos dio la bienvenida.
El camino está claro, y aunque todavía no había salido del todo el sol, se veía muy bien para caminar.
De repente, a lo lejos, una mancha que se mueve y cruza el camino...una cierva que se dirige hacia un claro.
Seguimos por el camino, y aunque están lejos, los ciervos se nos quedan mirando, guardando las distancias y sobre todo atentos.
Al fondo la ladera de la montaña y de nuevo algo sube por la misma. La silueta inconfundible de los cuernos del ciervo, y con suerte pudimos captar la foto que tenéis a continuación y que para siempre ha "congelado" en el tiempo a estos animales.
Poco a poco el sol iba saliendo, y todavía no se escuchaba casi ningún sonido, sólo algún pájaro.
Continuamos la subida y poco antes de estar arriba, ya a lo lejos se comenzó a escuchar algún sonido inconfundible de algún ciervo en la lejanía.
Desde nuestro punto de observación parecía que no se veía nada, y en cuestión de minutos el sonido de la berrea del ciervo se dejó escuchar por todas partes.
Por diversas partes empezaron a aparecer ciervos y ciervas en la cita ineludible que tienen todos los Otoños con la berrea.
Cuando se ve uno de estos animales con su cornamenta, y sobre todo cuando se te quedan mirando fijamente a los ojos, aunque estén lejos, se puede durante unos instantes pensar en lo que nos complicamos muchas veces las cosas con cosas sin importancia y en que deberíamos tratar de aprovechar al máximo cada minuto de cada día.
Seguimos allí un buen rato, y aunque no hacía mucho viento y ya estaba saliendo el sol, se agradecía el abrigo, la bufanda y el gorro.
A veces parecía que se iba a parar el sonido de la berrea, pero de nuevo volvía a aparecer por diversos lugares.
Muchas veces dos ciervos macho se "retaban" y se acercaban mucho, siguiéndose el uno al otro durante un rato. Es una especia de "reto" que en muchas ocasiones termina con el alejamiento el uno del otro.
Sin embargo, pudimos ver dos ciervos casi tapados por una montaña, y que estaban muy cerca uno de otro. De repente bajaron los cabezas y pudimos disfrutar del momento mágico de la lucha de dos ciervos, escuchándose el característico ruido de las cornamentas chocando entre sí, y resonando por toda la montaña.
En esos instantes uno se puede dar cuenta de lo insignificantes que somos, en medio de toda la Naturaleza. Y también que deberíamos hacer lo posible cada uno de nosotros por cuidar de la Naturaleza lo mejor que podamos.
El sol ya va ganando cierta altura y poco a poco va desapareciendo el característico sonido de la berrea. Los ciervos se van retirando hasta la noche.
Así hemos recibido al Otoño en Sanabria en este 2015.
