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Estuvimos allí esperando un rato antes de entrar al recinto. Mientras hacíamos tiempo un rebaño de ovejas caminaba a lo lejos, y se acercaron dos mastines muy grandes, como el que tenemos en la imagen. A pesar de lo fiero que parecen, eran muy juguetones, estaban deseando que hubiese alguien cerca y se dejaban acariciar (con precaución).
Cuado nos fuimos se pusieron a ladrar como despidiéndonos hasta una próxima ocasión.
lunes, 3 de diciembre de 2012
El mastín encerrado
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